Hace casi dos años a todo este personal le tocó la dura tarea de informar sobre una de las más graves violaciones a la libertad de expresión en NUESTRO país: el cierre de Radio Caracas Televisión.
En ese momento nos convencimos de que nos tocaría a nosotros, porque entendimos que el Gobierno estaba dispuesto a todo para callar a periodistas libres que no le tuvieran miedo a denunciar sus atropellos y sus desatinos sin importar que estuvieran poniendo en riesgo su propio trabajo.
Radio Caracas Televisión se sacrificó en nombre de su irrenunciable apego a la libertad de pensamiento. A partir de ese instante, los venezolanos más pobres se quedaron sin esa ventana de libertad y ahora se ven limitados a recibir mensajes parcializados acerca de la situación del país. Tan parcializados, que las denuncias, las quejas, las críticas, las protestas y hasta el llanto de quienes están insatisfechos con la forma en la que este gobierno trabaja, no son escuchadas en los medios oficiales.
Aún a pesar de eso, gracias a su madurez, a su amor por la democracia, ese mismo pueblo le dijo que no a uno de los proyectos más ambiciosos del presidente Chávez. La reforma a la Constitución de 1999. Y tan convencido está este pueblo de querer vivir libre y con mejor calidad de vida, que a pesar de no recibir contar ya con la señal libre de RCTV, volvió a decir que no en las elecciones regionales a la ineficiencia, a la corrupción, y a ideologías que no satisfacen sus necesidades más elementales.
Para un Gobierno que no tolera la disidencia, los medios de comunicación libres son un estorbo. Los medios oficiales se han convertido en espejos empañados que distorsionan la realidad, espejos que nosotros en Globovisión limpiamos todos los días para que ustedes puedan tomar las mejores decisiones.
Este 23 de noviembre la gente no hizo más que manifestar que la salida a la crisis, por los malos alcaldes, por los malos gobernadores, se puede lograr a través del voto.
Globovisión no tiene la culpa de los errores del Gobierno.